Érase una vez en un país muy
lejano, vivió un niño pequeño de ojos enormes que tenía una esfera de cristal
en la mesa de centro de su casa, por la
que se asomaba todos los días, esa esfera tenía un mar inmenso y producía unas
olas enormes cuando él la agitaba, pero su mamá lo regañaba porque tenía miedo
que la rompiera y siempre le decía “hijo debes dejar de mover mi bola de
cristal, porque si la rompes por ahí saldrá todo el agua que hay en el
planeta”, así que el niño no le quedaba más remedio que dejar la bola de
cristal”. Pero su curiosidad crecía entre más se lo prohibían y cada que su
mamá andaba lavando en el patio iba y movía la bola para producir las olas que
tanto le gustaban, así lo hizo mucho tiempo hasta que un día se le resbaló de
las manos y cayó al suelo de pronto la
casa del niño se inundó, él trato de juntar el agua con sus pequeñas manos para
echarla en la cubeta de trapear pero entre más lo intentaba más trabajo le
costaba; pronto sintió el agua en el cuello así que se acordó de un barco que
guardaba su papá en un closet, lo sacó y se subió en él, de pronto se oscureció
todo a su alrededor y vio a lo lejos una luna enorme con una luz muy brillante
que le nublaba la vista, ese lugar no era su casa, sin saber había dejado
escapar de la bola de cristal otro mundo que él no conocía, solo veía la enorme
luna alumbrada y algunas montañas entre las tinieblas, navegó a la deriva por
mucho tiempo hasta que se encontró con una gran cascada por la que sin remedio
caería su barco, y el niño solo pensaba en que sus papás estarían muy enojados
con él, por romper la bola de cristal, por
haber tomado el barco de su papá sin permiso y lo que más le aterraba
era pensar que lo iban a poner a secar todo el mojadero que hizo cuando rompió
la bola, así que solo cerró los ojos y cayó por la enorme cascada, hasta que
llegó a otro lugar desconocido pero ya no había tanta agua, así que bajo del
barco y camino por ese lugar hasta encontrar un tanque mouse, lo exploró y como
no había nadie ni el más mínimo ser, se subió en ese tanque a ver si lo podía
llevar de regreso a casa, pero no sabía por dónde ir la luna ya no la veía y
nada a su alrededor reconocía, el tanque era cómodo y pronto se quedó dormido
pues ya tenía mucho sueño y estaba cansado por tanto navegar, cuando despertó
su mamá estaba sentada junto a él. El niño le suplicó que no lo golpeara por lo
que había hecho que ya no volvería a mover la bola de cristal, ni tampoco a
tomar el barco de papá, pero la señora le dijo que no se preocupara que esa
bola de cristal ya le había fastidiado y que había decidido cambiarlo por una
lámpara en forma de foco humano pero que tampoco la podía agarrar porque se
rompía se saldrían todos los insectos del mundo. El niño se llevó las manos a
la cabeza de tan solo imaginar lo que después soñaría.